Casas blancas adornadas con flores, calles empedradas y una bahía custodiada por imponentes acantilados es el escenario donde se sitúa el municipio de Altea. Con una altura de 61 metros sobre el nivel del mar, ejerce de mirador sobre la Costa Blanca alicantina.
Este antiguo pueblo costero, a pesar de haberse convertido en centro turístico, todavía conserva su tradición pesquera y la tranquilidad de las antiguas villas marineras. Este hecho se refleja en sus habitantes que, como antaño, salen con sillas al portal de sus casas para charlar con los vecinos y disfrutar de la brisa del mar.
Esta agradable ambiente atrajo, durante los años sesenta y setenta del siglo pasado, a escritores, pintores, escultores y músicos que imprimieron en el pueblo un aire bohemio que aún hoy se percibe. Gracias a ellos proliferaron los talleres de pintura, las tiendas de artesanía y las galerías de arte.
Pequeñas playas y calas recorren los 6 kilómetros de litoral de Altea, formadas en gran parte por arena y grava. Destacan por sus aguas transparentes y los fondos marinos, ideales para practicar snorkel. En la playa de l’Olla tiene lugar cada mes de agosto un espectáculo de fuegos artificiales.
La costa también cuenta con una marina, dos pequeñas dársenas y un puerto deportivo. La presencia de las instalaciones náuticas hace que la oferta deportiva sea amplia, ya que en la zona se encuentran las escuelas de vela y los centros de buceo, así como los establecimientos para el alquiler de embarcaciones.
La sierra de Bernia, situada hacia el norte del municipio, es un conjunto rocoso cuyas paredes atraen a los amantes de la escalada. Sin embargo, también cuenta con hermosos paisajes para descubrir mientas se practica senderismo.
Al sur, entre Altea y Benidorm, se encuentra el Parque Natural de Serra Gelada, un entorno protegido perteneciente a los municipios de Altea, Benidorm y l’Alfàs del Pi, que abarca zona terrestre y marina. La sierra tiene un relieve abrupto y al llegar al litoral forma acantilados de más de 300 metros de altura.
Forman parte de este parque, además de la sierra, tres islotes, praderas de posidonia y una numerosa población de aves marinas.
Altea cuenta con un paseo marítimo lleno de bares y restaurantes donde se puede saborear los platos típicos de la localidad, elaborados a base de pescado y productos de la huerta de la zona. Entre ellos destacan los caracoles con cebolla, el «cruet de peix», el arroz a banda i l’«empedrat».
El casco antiguo de Altea está formado por un laberinto de calles empedradas que conducen hasta el punto más alto de la localidad, donde se encuentran la plaza y la Iglesia de la Virgen del Consuelo. Construida en el siglo XIX sobre el antiguo edificio de época medieval, esta destaca por sus dos cúpulas azules decoradas con dibujos blancos.
En cuanto a la plaza, es el punto de encuentro de visitantes y vecinos, un lugar donde perderse entre las muchas tiendas artesanales, contemplar las obras de los artistas que allí se reúnen o disfrutar de las magníficas vistas desde los miradores.
Uno de los puntos más visitados es el Jardín de los Sentidos. Se trata de un jardín botánico de más de 3 000 m², donde la vegetación, el río, los peces y los pájaros invitan a la relajación. Pasear por él es descubrir rincones en los que disfrutar del silencio de la naturaleza.